Es preciso que hable de dos libros que considero grandes entre los
grandes: Diferencia y repetición y Lógica del sentido. Tan grandes que
sin duda es difícil hablar de ellos y muy pocos así lo han hecho. Durante
mucho tiempo creo que esta obra girará por encima de nuestras
cabezas, en resonancia enigmática con la de Klossovski, otro signo
mayor y excesivo. Pero tal vez un día el siglo será deleuziano.
Una tras otra, me gustaría probar varias vías de acceso al corazón
de esta obra temible. La metáfora no vale nada, Deleuze me dice: no
hay corazón, no hay corazón, sino un problema, es decir, una distribución
de puntos relevantes; ningún centro, pero siempre descentramientos,
series con, de una a otra, la claudicación de una presencia y una
ausencia —de un exceso y un defecto. Hay que abandonar el círculo,
mal principio de [8] retorno, abandonar la organización esférica del
todo: es por la derecha que todo vuelve, la línea derecha y laberíntica.
Fibrillas y bifurcación (sería recomendable analizar deleuzemente las
series maravillosas de Leiris).
Invertir el platonismo: ¿qué filosofía no lo ha intentado? ¿Y si definiésemos,
en última instancia, como filosofía cualquier empresa
encaminada a invertir el platonismo? Entonces, la filosofía empezaría
con Aristóteles y no con Platón, empezaría desde este final del Sofista
donde ya no es posible distinguir a Sócrates del astuto imitador; desde
los propios sofistas que producían un gran alboroto alrededor del
naciente platonismo, y a base de juegos de palabras se burlaban de su
gran futuro.
Todas las filosofías, ¿pertenecientes al género «antiplatónico»?
¿Empezaría cada una articulando en ella el gran rechazo? ¿Se dispondrían
todas alrededor de este centro deseado–detestable? Digamos, más
bien, que la filosofía de un discurso es su diferencial platónico. ¿Un
elemento que está ausente en Platón, pero presente en él? Todavía no
es esto, sino un elemento cuyo efecto de ausencia está inducido en la
serie platónica por la existencia de esta nueva serie divergente (y
entonces desempeña, en el discurso platónico, el papel de un significante
que a la vez excede y falta a su lugar). Un elemento cuya serie
platónica produce la circulación libre, flotante, excedentaria en este [9]
otro discurso. Platón, padre excesivo y claudicante. No tratarás, pues,
de especificar una filosofía por el carácter de su antiplatonismo (como
una planta por sus órganos de reproducción); sino que distinguirás
una filosofía algo así como se distingue un fantasma por el efecto de
ausencia tal como se distribuye en las dos series que lo forman, «lo
arcaico» y «lo actual»; y soñarás con una historia general de la filosofía
que sería una fantasmática platónica, y no una arquitectura de los
sistemas.